No acaparan portadas cada jornada. Sus cambios de look no son noticia en los telediarios. No arrastran multitudes a sus entrenamientos. Muchos de ellos compatibilizan el fútbol con sus estudios, o con otro trabajo ya que la categoría no está para excesivas alegrías. Algunos llevan meses sin cobrar y, sin embargo, acuden al campo a dejarse la piel en cada partido. No se hace infrecuente verlos en los quehaceres diarios de cualquier mortal, coincidir en la cafetería, o comprando el pan o el periódico (que en ocasiones, le dedica tres líneas si marcó un gol desde el centro del campo al eterno rival, o unas cuántas más si hay algo de morbo noticiable). Una absurda decisión les privó de jugar con su propia camiseta cada jornada, sin un nombre que los identifique y sin un dorsal propio que facilite su identificación al espectador. Con un poco de suerte, alguna jornada jugarán con el número que les gusta, o con una camiseta de su talla.
Pero cada semana, más de medio millón de aficionados está pendiente sus evoluciones. Con los medios (que suelen ser pocos) de que se dispongan: acudiendo al campo, en una radio local, mediante las redes sociales… O si la cosa está de buenas, incluso por televisión. Estos jugadores, que nos hacen disfrutar cada jornada, son nuestros queridos futbolistas de bronce. Esos que sienten orgullo al decir que juegan en la Segunda División B, esos más de 2.000 que consiguen que nos emocionemos con cada jugada, esos que son capaces de hacernos disfrutar así… Los que sienten orgullo de pertenencia.
#QueVuelvanLosDorsalesASegundaB
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