En esta sección, como su nombre indica, Cajón de sastre, se habla cada semana de temas diversos y siempre ligados a la actualidad. Por ello, en este número no podía faltar un pequeño homenaje al hombre que reinventó el fútbol: Johan Cruyff. El holandés nos dejó la pasada semana tras una larga lucha contra el cáncer. Con esta enfermedad se nos fue un icono y ya, leyenda.
He de confesar que siento envidia de todos aquellos privilegiados que lo vieron jugar y no tienen que echar manos de vídeos en color sepia para disfrutar de su juego. Pero como periodista, siento aún más envidia de todos aquellos que compartieron charlas, ruedas de prensa y entrevistas con “el flaco”. Que disfrutar de sus palabras, de su filosofía y modo de entender el fútbol. Gracias a él conocemos el fútbol de toque en lo que prima sobre todo la calidad del jugador. Gracias a él conocemos los famosos rondos. Sí, esos rondos que todos los equipos sobre la faz de esta tierra practican en sus entrenamientos.
Cruyff ya dejaba huella como jugador, sobre el terreno de juego con una calidad que sobrepasaba por encima de todos y que conseguía ser admirado por rivales. Una forma de vivir este deporte que le acompañó durante su etapa como entrenador. Sobre todo al tocar el cielo con el FC Barcelona, tanto en el once como dirigiendo desde el banquillo. Ese maravilloso e inolvidable Dream Team.
Cruyff ha dejado huella por ser un innovador de su época. Por tener esa valentía para conseguir cambiar el fútbol, reinventarlo y que todos caigan rendidos a su estilo. Pero sin duda, dejó huella en el Barça, donde a día de hoy podemos seguir disfrutando de ese juego de toque. Pero para una enamorada del fútbol como yo, esto le parece poco. Hubiera sido precioso vivir su época como jugador y como entrenador. Verle jugar en directo. Disfrutar de “el flaco”.
Pero según me han contado periodistas, y a la vez amigos del holandés, también dejaba huella fuera de los terrenos de juego. Con su forma de ser, su carácter, sus ideas claras y a la vez su humildad. Cada vez que me he topado con alguna persona que ha tenido el privilegio de compartir minutos con él, todos mis sentidos han prestado atención para absorber vivencias y así poder trasladarme a esos momentos como si fuera yo la que los viviera. Pero si algo han tenido todas estas personas en común es la cara de felicidad, los ojos luminosos cuando hablaban de él y revivían momentos.
Sin duda, un ejemplo a seguir aún para los jugadores y entrenadores de hoy en día. ¿Os imagináis una figura como la de Cruyff en el fútbol actual y moderno? Alguien con tanto carácter que sea capaz de cambiar por completo este deporte, de dar el paso y reinventar. Al principio un loco, con el tiempo una leyenda.
Mientras ese momento llegue sólo nos queda recordad todo lo que ha dado a este deporte y darle las gracias. Darle las gracias por ser el futbolista que fue, el entrenador que fue y la persona que fue. Por marcar un antes y un después.
Porque como bien ha dicho su hijo Jordi durante el homenaje a Johan en el Camp Nou: “Nos hemos dado cuenta que mi padre no es sólo nuestro, es de todos”. Así es. Su padre tuvo la capacidad de sentir a todos como de su familia, de tratarles como tal fuese quien fuese.
Aquí abajo ha dejado un legado y desde ahora allá arriba se jugaran los mejores partidos, con grandes estrellas y en los banquillos con dos entrenadores que entendían este deporte de la misma manera y que tanto han dado al fútbol español. Sí, hablo de Luis Aragonés. ¿Os imagináis los partidos y las charlas entre los dos?
Ahora ya sólo nos queda disfrutar del toque y de esa filosofía de ver este deporte. Por ello un gracias tras otro gracias por darnos tanto “flaco”.