Hace cinco años, en 2011, el FC Barcelona se proclamaba campeón de Liga por tercera vez consecutiva. Recordamos esa temporada por los famosos cuatro clásicos seguidos. Aquel año eramos totalmente ajenos e inconscientes de lo que pasaba a miles de kilómetros de nuestro país. A casi 4000 kilómetros de distancia daba inicio una guerra civil que con el paso de los años se ha convertido en el conflicto más mortíferos de los últimos tiempos. Sí, hablamos de Siria y su Guerra Civil que ha dejado más de 366.000 muertos y lo más importante, una generación perdida. Esos niños que lo único que conocen es el ruido de los fusiles y las bombas. Sólo conocen la masacre.
“Da igual que tu seas cristiano o musulmán. O de cualquier sector del Islam. Nosotros somos una gran familia que juega por un equipo y una nación”, aseguró el capitán de la selección Abdulrazak Al Husein a The Guardian.
Pero cosas del destino, el Mundial se jugará en Rusia, país que ha protagonizado las últimas ofensivas en territorio sirio.
A este éxito de la selección de fútbol se ha sumado hasta el propio presidente del país Bashar al Asad que quiso sacar provecho para sus propios fines propagandísticos. Pero la respuesta no tardó en llegar y algunos refugiados residentes en el Líbano crearon la Selección Nacional de una Siria Libre.
Volvamos al fútbol. Volvamos a pensar en la importancia que tiene este deporte para conseguir sacar una mínima sonrisa y crear en las personas una mínima ilusión y esperanza entre tanto terror, entre tanto pánico y tanta sangre. Porque todos y cada uno de los componentes de esta selección siria de fútbol son unos héroes, héroes por conseguir a través de un deporte alegrar a cada uno de sus compatriotas y seguir luchando por su sueño. Además de conseguir dejar el nombre de su país en lo más alto y que se relacione con algo que no sea guerra, misiles, bombas, muertes y sangre.
El fútbol, está haciendo su papel. Quizá el fútbol europeo y mundial debería de hacer más. Creo que tiene demasiado poder como para poder echar una mano a aquellos afortunados refugiados que consiguen llegar a países europeos, que consiguen llegar a un destino con el único deseo de empezar una vida nueva, tranquila y feliz. Una vida para aquellos jóvenes que aún pueden cambiar el rumbo de su destino.
No quería hablar de temas políticos en este artículo, pero es imposible. Imposible porque duele. Duele ver como día tras día familias, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, niños, recién nacidos, embarazadas, sufren la crueldad, la peor crueldad posible del ser humano. Un ser humano que sólo sabe mirarse al ombligo y ser hipócrita. Hipócrita por gritar a los cuatro vientos la pena que les dan estas personas, pero que no mueve ni un dedo para ayudarles a conseguir una vida digna como ellos. Más bien, directamente una vida, un techo, un futuro, una sonrisa. Porque entre toda esa gente hay personas tan cualificadas como los que nos encontramos al otro lado. Tan preparadas (o incluso más).
Por todo ello desde aquí doy gracias, a ese grupo de futbolistas sirios que luchan a pesar de las amenazas y chantajes para que el nombre de su país este limpio y no se relacione con guerras. Gracias por demostrar que el ser humano, a pesar de los problemas graves, gravísimos, a los que se enfrenta cada día tiene ánimos y ganas para luchar por el resto de sus compatriotas. Gracias por demostrar que no es tan difícil y gracias por hacer que en Europa y en el resto del mundo tengamos un poquito más los pies en el suelo gracias a este deporte por el que seguís luchando.
Porque a pesar de la guerra, un balón siempre hace feliz y ayuda a olvidar, por un momento, la cruel realidad.